Don Juan dejaba buenas propinas:
al camarero cortés, unas mangas de seda con las que convertir su humilde
chaleco en una levita; al cartero que traía buenas noticias, suelas de caramelo
para endulzar sus caminatas; y al ladrón que robó a los banqueros, el corazón
de plomo del Príncipe Feliz.
Constricciones iniciales:
50 palabras.
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