Recién
licenciado, abrí la primera oficina del banco de abrazos. Desde entonces, los
atesoro en mi corazón, acorazado contra el desaliento. Cuando algún amigo
—jamás les llamo clientes— los necesita, se los devuelvo incrementados con
sonrisas.
Ahora que hago balance de mi vida, puedo decir que soy un hombre rico.
Constricciones:
Cincuenta palabras
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada