El reloj de cuco alzó sus
manecillas y dio inicio a la asamblea de muebles y enseres.
El retrato de bodas, harto de
estar girado contra la pared, exigió que todo volviera a ser como antes, y el
jarrón comprado en Venecia le reprochó que fuera tan cuadrado y que no aceptara
los hechos.
Hecha un manojo de lágrimas, la
lámpara del techo se agitaba; y la mesa, arrinconada, clamaba por un mantel.
–
Callaros –gritó el sofá al escuchar abrirse la
cerradura.
Era Juan. Amparo seguía sin acompañarle.
Al cruzar la puerta, le pareció escuchar un suspiro proveniente del comedor.
Constricciones iniciales:
Extensión: cien palabras.
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